[Tectonos] La mejor herramienta contra el tedio que idiotiza a los
alumnos: el conocimiento.
Roberto D. Martino
rdmartino en gtwing.efn.uncor.edu
Vie Ago 10 15:15:58 ART 2012
> Estimados colegas y amigos,
Siempre me ha interesado la Educacion y veo tendencias aqui que cada vez son mas preocupantes, a todos los niveles: primario, secundario y universitario. Se ve que no solo pasa en nuestro pais, que generalmente copia fracasos importados y a destiempo, sino allende el mar donde se crean continuamente futuros fracasos. Les envio dos notas para reflexionar al respecto: "Escuela o fabrica de cretinos" (Claudia Peiro, Infobae, http://www.infobae.com/notas/661032-Escuela-o-fabrica-de-cretinos.html) y "La aventura del conocimiento" (Alejandro Dolina, en archivo.doc aparte)
Un saludo
Roberto D. Martino
>
> >Nota 1: ¿Escuela o fábrica de cretinos?
> >
> > Jean-Paul Brighelli, maestro y profesor francés de primaria y
> > secundaria, escribió un libro titulado La fábrica de cretinos, una
> > verdadera requisitoria contra las nuevas teorías pedagógicas y (no)
> > disciplinarias que, so pretexto de respetar a los niños, los han
> > privado de su principal derecho: aprender.
> > Con el remanido argumento de que “los niños se aburren en la escuela”
> > se han vaciado de contenido los programas y se ha renunciado a la
> > mejor herramienta contra el tedio que idiotiza a los alumnos: el
> > conocimiento.
> >
> > Con la demagógica afirmación de que “el niño está en el centro del
> > sistema” o de que “el alumno construye su propio aprendizaje” se anula
> > la razón de ser de la Escuela, un sitio de transmisión del saber, y se
> > aniquila la autoridad del maestro al desdibujar su rol de enseñante.
> > En medio de la polémica generada por la negativa del ministro de
> > Educación de la Nación, Alberto Sileoni, de condenar en forma
> > categórica las tomas de colegios y afirmar que algunas “son
> > necesarias”, pasó inadvertida una gran verdad que dijo el funcionario
> > en la misma ocasión: “No conozco un solo chico que recuerde con cariño
> > a un profesor que no le haya exigido”.
> >
> > ¿Y entonces? ¿Cómo se compatibiliza eso con la indulgencia frente a
> > alumnos que toman un colegio y cancelan una semana entera de estudios
> > por una reivindicación tan banal como la de tener un quiosco? ¿O con
> > la afirmación, también hecha por el señor Ministro, de que “no todos
> > los profesores se merecen que los pibes se pongan de pie para
> > saludarlos cuando entran a clase”?
> > Cuando la máxima autoridad educativa de una Nación llama “pibes” a los
> > alumnos y estudiantes, está todo dicho en materia de (in)disciplina.
> > A los alumnos, como bien dijo sin embargo el mismo funcionario, hay
> > que exigirles, desafiar su inteligencia, subirles el listón. Esa es la
> > mejor solución a la indisciplina, el desorden y el aburrimiento en la
> > escuela.
> >
> > A continuación, algunos párrafos del libro La fábrica de cretinos.
> > Brighelli habla de Francia, pero sus conceptos bien podrían aplicarse
> > a la educación argentina.
> >
> > “Nuestros hijos ya no saben leer, ni contar, ni pensar. La
> > constatación es terrible y sus causas menos oscuras de lo que se
> > pretende. Un encadenamiento de buenas intenciones mal manejadas y de
> > cálculos interesados ha desmontado en una treintena de años lo que fue
> > uno de los mejores sistemas educativos del mundo.
> >
> > El fracaso de la enseñanza no es un secreto para nadie: ni para los
> > docentes, por supuesto, que constatan cada día el estado de
> > degradación intelectual de sus alumnos, su incapacidad para
> > reflexionar, su total alergia a las actividades del espíritu, su
> > analfabetismo profundo; ni para los padres, regularmente estupefactos
> > al constatar que sus niños, incluso en el último grado del secundario,
> > saben apenas leer y escribir; ni para los alumnos, que se aburren a lo
> > largo de las clases, balbucean algunos monosílabos cuando se los
> > interroga, luego recaen en el letargo y no se despiertan más que para
> > correr hacia la cantina o hacia su ciclomotor.
> >
> > “¡El alumno en el centro del sistema!” En veinte años de poder más o
> > menos compartido, la izquierda ha tenido como única idea en materia de
> > enseñanza ese eslogan tan discretamente demagógico que le soplaron los
> > nuevos ayatolá de la pedagogía. ¿Y quién puede oponerse a tan hermosa
> > consigna? ¿Acaso la escuela no está hecha para el alumno? ¿No es él el
> > mimado de la institución escolar?
> > Digamos enseguida que “el maestro en el centro del sistema” sería un
> > eslogan igualmente imbécil. El saber es un círculo cuyo centro está en
> > todas partes y la circunferencia en ninguna. No se trata de establecer
> > una preponderancia, sino de fundar reciprocidades. Tanto alumnos como
> > maestros tienen derechos y deberes. Su vínculo es dialéctico, y no
> > subordinado.
> >
> > El alumno tiene derecho a exigir un saber. Y el docente tiene el deber
> > de instruirlo. El alumno debe ser tomado en serio: está ahí para
> > estudiar. El docente tiene el deber de hacerlo trabajar duro: no está
> > ahí para hacer guardería –ni para animar debates o encuadrar trabajos
> > personales sacados de Internet.
> >
> > Ahí está la verdadera demanda: aprender. Volver a casa al fin de la
> > tarde más enriquecido que al partir. “¿Qué aprendiste en la escuela
> > hoy?” Si a esta pregunta de los padres, el niño o adolescente no tiene
> > nada que responder, es que ha perdido su jornada.
> > De esto resulta que el maestro no es un compinche. No se lo llama por
> > el nombre de pila, no se lo tutea.
> >
> > “Escuchar al alumno” es uno de los camelos de moda impuestos a los
> > profesores para justificar el hecho de que los alumnos, por su lado,
> > ya no escuchan. Que el maestro esté atento al feed-back, está muy
> > bien. Que permita que se contamine esa comunicación sabia que es la
> > transmisión del saber con consideraciones sentimentales es una
> > aberración.
> >
> > Entonces, dejemos en claro desde ya un tema simple que se ha querido
> > convertir en problemático: el alumno no está en clase para
> > “expresarse”. Está allí para escuchar, aprender y tomar nota. Más aún
> > considerando que llega a la escuela saturado del “ruido” exterior, de
> > esa confusión de mensajes que caen de la televisión, del rumor o de
> > Internet. Lo que desea, en el fondo, no es seguir con la confusión
> > sonora; sino obtener, al fin, informaciones diferentes, serias, y que
> > se sostengan.
> >
> > Está dispuesto, para ello, a hacer silencio. Hay que pedírselo, por
> > otra parte y no solicitar su opinión, práctica perfectamente estéril.
> > Pitágoras exigía cinco años de silencio a sus nuevos discípulos. Un
> > profesor tiene el legítimo derecho a pedir nueve meses de atención.
> > Los alumnos, deploraba recientemente un ministro, se aburren en la
> > escuela. El aburrimiento se combate con una sola arma: el
> > conocimiento. Es de absoluta urgencia tolerar de nuevo el saber en las
> > escuelas. Volver a hacer del enciclopedismo una finalidad última.
> > Lo evidente es que cada vez más alumnos tienen demasiado tiempo libre
> > en clase, demasiado pocas consignas, demasiado poca tarea. Cualquier
> > alumno un poco despierto se aburre al segundo minuto de clase.
> >
> > Pero mientras los burócratas, que creen conocer algo de enseñanza, no
> > entiendan que los niños aman los desafíos (intelectuales, entre otros)
> > y no desean espontáneamente ser tomados por imbéciles, seguiremos
> > hundiéndonos en el analfabetismo.
> > Los niños se aburren. ¿De veras? Pongámoslos a trabajar.
> >
> > Pero como actualmente está prohibido traumatizar en lo más mínimo a
> > las queridas cabecitas, el dictado ha sido lentamente relegado al
> > depósito de accesorios. El ejercicio está fuertemente desaconsejado
> > por los nuevos pedagogos. El dictado sería fuente de traumatismos. Y
> > la ortografía un concepto superado, en una época en la cual los
> > software de corrección facilitan tanto la vida…. Entonces se condena a
> > los niños al error perpetuo.
> > La escuela, al destituir el saber, y dejar que los problemas de la
> > calle invadan el santuario, bajo pretexto de abrirse al mundo,
> > “respetando” todas las opiniones -como si fuesen todas respetables-,
> > desvalorizando el trabajo, banalizando la autoridad, ha condenado a la
> > calle a todos los que de ella vienen.
> >
> > Entonces no dudemos en volver a la disciplina y a las viejas materias.
> > Restauremos la escuela generalista: la capacidad para especializarse
> > nace solamente de una verdadera cultura.
> > Volvamos a poner a los chicos a estudiar; será una forma de devolver
> > el gusto por el esfuerzo a todo el país. Y démosles los medios para
> > que trabajen. La escuela no es una base de entretenimiento.
> > Restauremos las materias, restauraremos la disciplina.
> > A la promoción por antigüedad, sustituyámosle la promoción por el mérito.”
> >
> > Jean-Paul Brighelli: La fabrique du crétin : la mort programmée de
> > l'école. (Ed. Jean-Claude Gawsewitch, 2005)
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